KABUL, Afghanistan — Los militantes talibanes, que se han hecho con el control de Afganistán, entraron en la capital, Kabul, el domingo, ocuparon el palacio presidencial y exigieron la rendición incondicional del gobierno afgano, en medio de un ruido constante de helicópteros que transportaban a estadounidenses y otros extranjeros que intentaban ponerse a salvo.
El presidente afgano Ashraf Ghani, que la víspera emitió un mensaje grabado de ánimo a la población, huyó del país, según los asociados. Su marcha deja un vacío que se espera que el grupo insurgente islamista llene rápidamente.
La rápida y humillante derrota de los esfuerzos liderados por Estados Unidos durante dos décadas para rehacer Afganistán abrió un nuevo e incierto capítulo en el que los afganos opuestos a los talibanes temen volver a su brutal estilo de gobierno medieval que eliminaba los derechos civiles, subyugaba a las mujeres y despreciaba la educación.
Desde las primeras horas del domingo, miles de afganos, presos del pánico, asaltaron los cajeros automáticos, provocaron atascos masivos en las calles y peleas a puñetazos, y se refugiaron en sus casas mientras las oficinas, incluidas las agencias gubernamentales, se vaciaban y las tiendas se tapiaban para evitar los saqueos. Por la noche, las calles se volvieron silenciosas, como si anticiparan aterrorizados lo que está por venir.
Pero el caos en el aeropuerto de Kabul, con miles de personas desesperadas tratando de salir del país, hizo que el Pentágono enviara 1000 soldados más a Afganistán, que se unen a otros 4000 desplegados en las últimas 72 horas.
Se impuso un toque de queda a las 8 de la tarde, presumiblemente por los talibanes, y se vio ondear una bandera blanca talibán sobre el palacio presidencial. La cadena de televisión Al Jazeera difundió imágenes que, según dijo, mostraban a militantes talibanes armados recorriendo los pasillos del palacio y sentados en sus opulentas cámaras, junto al escritorio de Ghani.